Desde acá arriba se ve todo muy bien, veo el agua correr entre las piedras y observo el tiempo rozar las escamas de mi pasado, aquellas que no se caen por incrustadas estar en mi.
Renaciente sol entrante, vivo de emociones y sobrante de felicidades. No de aquella perfecta, sino felicidad de verdad, de esa que solo brota entre estar viva y respirar cada día más fuerte y consiente de hacerlo.
Aquella escarcha en mi piel, grita que viva estoy y que cada triunfo que consigo es por la fuerza que tomo para seguir en pie, luego de haber caído al precipicio que me llevan los pasos.
Inundada de sorpresas, ahogada de espantos, asfixiada entre mis latidos, puedo ver tu silueta caminante, como un espejismo en el desierto, cauteloso e irreal. Quisiera no tener que atravesarte con mi mano y que dejaras de ser una ilusión de calor en la arena, y tomaras forma de ternura y calidez, mezclada con la sencillez de una hoja. Para poder viajar entre las olas y explotar con estas entre las rocas de la existencia.